Ohisashiburi (el título de la entrada) es lo que se dice en japonés cuando hace mucho que no ves a alguien. Algo así como un "¡cuánto tiempo!". Creo que después de más de 10 días sin escribir y ni tan siquiera contestar comentarios y correos... es lo menos que puedo decir.
Creo que en la última entrada me quedé con que al día siguiente tenía una fiesta con un señor japonés, y os conté que acababa de nevar.
Al final aquellos días cayó una buena nevada, que duró 3 o 4 días, hasta que se fundió. Volvió a nevar un par de días después y de nuevo ya no queda nieve en la calle, y parece que esta semana tampoco va a nevar mucho, y me parece una pena, porque yo estoy encantado. Pensaba que iba a pasar más frío, pero para nada, por ahora es llevadero (aunque hay gente que no piensa como yo). Es un tema que sale mucho en clase de japonés, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos estado estudiando varias formas de hacer predicciones en japonés, y el otro día dijo la profesora que probablemente quedará algo de nieve hasta abril, así que es probable que yo me vaya de la ciudad antes que el invierno...
El jueves quedé con el señor japonés (Okinuki). Al final no quedamos para la fiesta, sino para la invitación a la fiesta. Es un señor mayor, apasionado por la cultura española (ha estado varias veces en España, no recuerdo exactamente cuantas, pero era un número de 2 cifras), y que tiene una empresa que hace "cosas" utilizando como trabajadores disminuidos psíquicos. El martes que viene he vuelto a quedar con él, que me ha hecho unas tarjetas de visita (meishi, en japonés) y me las quiere dar. La verdad es que no creo que las use, porque ni tengo la necesidad de usarlas aún, ni creo que sea una tarjeta que vaya conmigo (la que él me dio él con su nombre era la típica que busca tener un aspecto desenfadado e informal: es decir, marquito con cosas de colores a lo plantilla hortera de Power Point con letras que, sin ser Comic Sans, se le parecen mucho. Obviamente, si conozco a algún arquitecto no le voy a entregar ESO). Pero bueno, ya os contaré...
Gracias a que solo era una reunión para conocernos, me dio tiempo a llegar a la fiesta del Takoyaki que hicieron en el laboratorio, ya que siempre que un grupito tiene entrega al día siguiente, el resto de alumnos del laboratorio se encargan de hacer algo especial de cena para ayudarles. Imagino que es algo que harían un día y les gustó, así que se quedó como tradición y como una excusa para cocinar algo especial.
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Takahiro y Konno cocinando takoyaki |
El takoyaki es un plato típico de Kansai (la zona de Osaka y Kyoto) que creo haber contado ya alguna vez. Son unas bolitas de masa de "algo", que llevan un trozo de pulpo dentro ("tako" significa pulpo, y "yaki" significa cocinado/asado). La masa la venden preparada, a falta de añadir agua y huevo, y tiene una consistencia líquida, así que es muy fácil de verter sobre algo parecido a una gofrera (pero con hendiduras de forma semiesférica). Cuando está cocinado, se empuja con un palillo para darle la vuelta, y cocinarlo por el otro lado. La bola se queda crujiente por fuera, y esponjosa por dentro.
Pero, para que luego se diga que los japoneses no son creativos, decidieron innovar y cambiar el pulpo por otros ingredientes: palitos de cangrejo, atún en lata, queso, carne enlatada, kimchi (un plato coreano muy popular en Japón) e incluso natto (la soja fermentada que tanto me costó comer con los palillos aquella vez). La verdad es que lo pasé muy bien, cocinando con los del laboratorio, y acabé cogiendo el truco de darle la vuelta a las bolitas con bastante facilidad. Así que no descarto llevarme un aparatito de esos cuando vuelva, que son muy baratos, y cocinar algún día Takoyaki en España.
Lo único es que tuve que irme de la fiesta algo antes de que terminase porque había quedado con mis amigos para ir a comprar unas entradas, que el próximo día 10 viene Aerosmith a Sapporo, y vamos a ir a verlo. Vamos Wulan (Indonesa), Peng (Malasia), Daniel (Bulgaria), Adriano (Brasil), Kai (el de la foto del sushi) y Takahiro de mi laboratorio, una chica bosnia de mi residencia y tres amigas suyas (una jamaicana, otra servia, y la otra no lo sé). Así que con tantas culturas diferentes, seguro que lo pasamos genial.

Al día siguiente, fuimos a visitar la obra de Fujimoto Sou. Me levanté a las 6 de la mañana, y a las 7 salimos de Sapporo con un coche de alquiler (algo muy típico en Japón, y en este caso necesario al no estar los edificios cerca de ningún centro urbano). Fuimos Takahiro, Konno y Kohe.Visitamos 3 edificios suyos: una residencia para niños con retrasos mentales, una residencia para trabajadores o visitantes del centro, y una residencia para la rehabilitación de personas que han sufrido alguna crisis emocional o trastorno psíquico.
Las tres visitas nos la contó un trabajador (ya sabéis como les encanta sacar trapos sucios...) pero bueno, sin duda eran buenos edificios y las críticas se referían a aspectos menores. Los tres edificios tenían una intención clarísima de crear algo más que una serie de espacios conectados entre sí. El gran logro de estos edificios es darle la vuelta a la concepción de espacio de tránsito como espacio residual, y convertirlo en el verdadero protagonista, donde el resto de espacios o estancias son meras anécdotas.
Además, es una arquitectura donde el detalle está extremadamente trabajado, con huecos, escaleras, acabados... muy estudiados y que siempre potencian esa idea de enriquecer los espacios intermedios.
Una cosa que me llamó mucho la atención, aunque sea puramente anecdótico, es la poca altura libre de las puertas. La mayoría de ellas son de 1,80m, justificadas en parte por la presencia de niños en uno de los edificios (digo en parte, porque una puerta a un almacén o una cocina es muy discutible si va a ser usada por niños). Además, en la vivienda temporal, las partes inferiores de las limahoyas estaban en medio de las estancias, con lo que tenías un pico a 1,80m pintado de blanco, como casi toda la casa, y creo que habrá mucha gente que se dé mas de un golpe ahí.
La pena fue que no nos dejaron hacer fotos del interior (en teoría podíamos, pero nunca "quedaba tiempo" después de la visita). Me hizo mucha gracia ver a Konno realmente indignado, gesticulando a Takahiro cuando el hombre que nos acompañaba no le veía. Como ya os imaginaréis, es muy raro ver a un japonés llegar a ese "extremo".
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Soba, con tiras de alga nori, y el caldo de pato a un lado |
Acabamos un poco tarde, muertos de hambre, así que fuimos al pueblo cercano a un restaurante de soba (fideos de trigo sarraceno), donde los preparan con un caldo de pato buenísimo. Aunque también se toman calienten, la manera más tradicional es servir los fideos fríos, que se van mojando en un cuenco con el caldo/salsa. Takahiro y yo nos pedimos la versión grande... y menos mal, porque estaba increíblemente bueno, y no era tan grande.
Para acabar el día, acabamos en un onsen. Básicamente igual que el ofuro, con la diferencia de que habían varias piscinas, a diferentes temperaturas, y una de ellas era exterior, directamente con un tubito de aguas termales cayendo en ella. Era muy agradable.... aunque solo un rato. Cuando llevábamos 10-15 minutos, y veía como los japoneses cada vez tenían la cara más y más roja, tuve que irme un rato a la piscina de agua más fría de todas (y estos alucinado de verme en el frío, me decían que era masoquista...).
Cuando llegué a la residencia a eso de las 6 de la tarde, estaba a punto de empezar una fiesta de cumpleaños, de una chica americana, a la que pensaba que no iba a llegar, así que saqué dos cervezas que tenía en el frigo y me uní. Empezó a llegar más y más gente, y acabé conociendo a muchísimos japoneses con ansias de conocer extranjeros, y lo pasé muy bien.
Acabamos a las 10, y acabé yéndome a Susukino con algunos de la residencia, a un bar de estilo occidental, y acabamos jugando a juegos de cartas para beber, y algunos acabaron bastante mal. Cuando nos fuimos del bar, a eso de las 2 y pico, había un ambiente en el bar un poco sórdido, como en España a las 6 o las 7 de la mañana, con japoneses muy raros haciendo cosas muy raras.... ¡Ah! Y antes de irnos a dormir, el chico americano nos convenció a ir a Mc Donalds, que estábamos todos muertos de hambre. Una noche típicamente japonesa, ¿no?
Al otro día, fuimos Takahiro y yo a unas conferencias sobre arquitectura subterránea (iba a venir más gente, pero salieron fuerte el día de antes y no se levantaron a tiempo). El pobre se disculpó, porque fue una en francés, otra en inglés, y cuatro en japonés, pero fueron interesante igualmente. Uno de los que habló en japonés fue un señor finlandés que nos dejó a todos con la boca abierta. Espero algún día llegar a ese nivel...
Y ya en la semana, no me voy a detener demasiado: varios exámenes de japonés, presentación sobre Cartagena en clase de comunicación (una de las tres que tengo de japonés), y trabajando para la corrección con Ozawa sobre el concurso para el viernes.
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El filetón de aquella noche... me acuerdo y me dan unas ganas de volver... |
Como el miércoles era fiesta, el martes fuimos casi todos los del laboratorio a cenar a un sitio donde hacen carne a la plancha, y pedimos el filete más grande que tenían (no recuerdo el peso) y un cuenco de arroz también bastante grande. La carne estaba buenísima, el corte es diferente al nuestro, es como en diagonal, y salen unos filetes muy largos, que al cocinarlos se quedan tiernos y jugosos. Aunque me costó un poco acabarme el arroz (que me dejé para lo último, por si tenía que dejarme algo) al final pude con todo.
De allí fuimos a un sitio a beber, y al igual que en mi fiesta de bienvenida, empezaron a pedir muchísima comida para acompañar pese a la gran cena que tuvimos. Entre otras cosas, pidieron pulpo al wasabi (el pulpo crudo). Me preguntaron qué tal, y les dije que la verdad no me hacía mucha gracia, y les parecía muy extraño porque el pulpo del sushi también está crudo y me lo como sin problemas, pero por algún motivo, esto era diferente. Después de eso, me ofrecieron pedir un plato típico de Nagano de insectos de agua a la plancha. Por no cerrarme en banda, pregunté qué tipo de insectos eran, pues tal vez era algo aceptable.... Pero cuando me enseñaron la foto, y me los describieron como "pequeñas cucarachas", les dije que ni hablar...
Un momento muy divertido fue cuando, leyendo la carta, veo que solo hay dos postres. Leo el que está escrito en katakana, y como no entiendo a que palabra del inglés hace referencia, les pregunto a Takahiro y Konno. Me dicen que le pregunte al chico del laboratorio que siempre está durmiendo o jugando a juegos de Facebook, y que es bastante tímido. Le pregunto, se queda pensando un poco, empieza a decir cosas que no entiendo muy bien aunque Konno traduzca al inglés, y al final dice algo así como "es el origen de todo".... Cuando nos traen el plato, veo que son dos globos, con un pitorro, y helado de vanilla dentro, y en ese momento entiendo que el significado del katakana es "helado tetas".... Aunque muchos de ellos los han superado, como veis para algunas personas aún quedan muchos tabúes en Japón.
Como volví tarde esa noche, al otro día no madrugué, y casi no pude hacer nada ese día (estudiar un poco de japonés para el día siguiente, pensar un poco el concurso y poco más). El jueves me puse a dibujar lo que tenía pensado para el concurso, y Konno y Otsuji me dijeron de comentar lo que teníamos cada uno, antes de la reunión del otro día. Al final estuvimos de 21 a 23:30, y tampoco sacamos mucho en claro. Al otro día, nos reunimos con el profesor a las 9 de la mañana, y hablamos durante otra hora. De nuevo, muchas ideas, pero ninguna conclusión. Este viernes nos reunimos de nuevo, así que a ver si ya ahí encarrilamos definitivamente el proyecto...
El fin de semana, por tanto, lo necesitaba para descansar y recuperar horas de sueño, terminar algunos asuntos atrasados y coger fuerzas para la semana que viene, que también me esperan algunos días intensos. Pero no os preocupéis, que no os voy a dejar abandonados de nuevo otros 10 días....
Para despedirme, foto de la nieve, como no podía ser menos, aunque sea hecha con el móvil. Como el invierno es largo, aún no tengo prisa por llevarme la reflex, que es algo que quiero hacer con calma. ¡Hasta la próxima!